miércoles, 11 de mayo de 2016

Cuatro gatos

Carlos Alberto Patiño

Por cuatro gatos le cayeron encima a Pavel Luna, lector y amigo de este espacio, las élites políticamente correctas, pero ignorantes del lenguaje, de las expresiones populares y del contenido del diccionario.
Resulta que el buen Pavel circulaba por el cruce de Insurgentes y Río Mixcoac, ahí donde las autoridades de la Ciudad de México construyen un deprimido, lo que en el español de los ciudadanos de a pie y de a rueda, prozac mediante, llamamos paso a desnivel.
Nuestro hombre tuvo la ocurrencia de tomar una foto y comentar que “con cuatro gatos” nunca iban a terminar la obra. Y tuit, al ciberespacio.
Se desató la furia de los exquisitos pseudosocioconcientes.
Tundieron gratuitamente al joven historiador por considerar ellos, desde su estrecho punto de miras, que usó el término “gato” en su peyorativa acepción para referirse a los criados. Y no, la expresión —registrada en el Diccionario de la lengua (DLE)— significa “Poca gente y sin importancia”.
Cuando uno la usa es para señalar lo escaso de la concurrencia, del personal v.gr: “Al estreno solo acudieron cuatro gatos”. “A este articulista lo leen cuatro gatos (pero de Angora, :p). “A ese historiador tonante lo siguen cuatro gatos, es un pocosfollowers”.
La ideología ciega hasta a los justos. Los ofendidos reclamantes no caen en la cuenta de que, con su limitada comprensión del sentido del vocablo, están anteponiendo ese significado despectivo a la realidad, lo cual los pone a ver, no a unos pocos trabajadores, sino a un conjunto de criados. Su lectura es la clasista.
“Gato” tiene 24 definiciones en el DLE.
Revisemos algunas.
Además de la descripción del animalito que todos conocemos, vienen: la herramienta que sirve para levantar objetos pesados y el mecanismo que equilibra y sostiene las grandes construcciones.
“Gato” también es el oriundo de Madrid. Así se les llama, en algunos países, a las personas de ojos verdes.
Con el nombre del felino se designa a un antiguo bolso o talego para guardar dinero.
Y, para conocimiento de nuestros refinados y solidarios críticos, se designa como “gato” al hombre sagaz y astuto.
Así que Pavel bien podría argumentar que lo que quiso decir es que por más astutos que fueran los trabajadores, siendo tan pocos, no lograrían terminar la obra.
La palabra sirve para designar a leones, tigres, jaguares, panteras, pumas, linces, onzas, leopardos y mininos.
En Centroamérica, el “gato” es el bíceps, ese músculo al que aquí le decimos “conejo”.
Hay también un pez y un género musical, como el famoso Gato y malambo de Héctor Ayala (escúchenlo aquí, interpretado por Narciso Yepes): https://www.youtube.com/watch?v=tIaZquFuvm8)
Y el Jarabe gatuno, bailable prohibidísimo por la Inquisición.
A las buenas conciencias no les gustará nada revisar el Diccionario de mexicanismos, de nuestra Academia de la Lengua.
Pura incorrección, pura descripción despectiva, excepto para el juego que consiste en poner cruces o círculos en una rejilla de nueve casillas y para el signo de número en teclados y teléfonos (#).
Viene por ejemplo “gatear”, como sinónimo de cortejar al personal doméstico. “Gatúbela” es un eufemismo para referirse a la empleada del hogar.
“Gatero” es el proclive a los encantos del personal del servicio y “gatígrafa” le dicen a la secretaria.
Ni más ni menos.
De las expresiones relacionadas con los gatos hay extensa colección.
“El gato de nueve colas” era el látigo de nueve puntas rematadas con garfios que se usaba para castigar tunantes, herejes y relapsos.
“Gato de Coliseo” se dice de la persona que entra o sale y deja abierta la puerta. Como se sabe, en las ruinas del Coliseo de Roma no hay puertas y los gatos, verdaderos dueños del monumento, pasaban a través de los arcos sin preocuparse de los buenos modales.
“Defenderse como gato boca arriba”, “llevarse el gato al agua”, “sentir gatos en la barriga”, “tener más vidas que un gato”... La lista es luenga como el rabo de los gatos y ni modo de ponernos a “jondear gatos de la cola”.
Con la fórmula “Gato por liebre”, @Don_Susanito tiene un buen relato: (http://donsusanito.blogspot.mx/2012/06/gato-por-liebre.html)
Finalmente, con criterios como los de quienes dieron origen a este artículo, será difícil entonar con gusto la canción de Chava Flores “El gato viudo”, a quien los doctores no pudieron quitar el mal de amores, y su novia dejó de darle lo que del mandado sisaba para su cine y su futbol. Se necesita un cierto sentido picaresco, pero políticamente incorrecto para disfrutar la letra.
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“Sí o sí”, las dos acentuadas, puesto que son dos afirmaciones. Es una manera de anular la posibilidad de una elección, de cerrar una salida. Usamos la fórmula para sustituir el “Sí o no”, que permite optar. Como cuando se acabó la sopa de fideos. (Servida, doña Marielena).
Juan Ramón Magaña escribió a Giros para recordarnos que “corchete” se llama el signo musical que también se conoce como octavo o corchea. Conste que el DLE no incluye esta definición.
A la pregunta de El Arca de Arena respondieron Marielena Hoyo y Hugo Martínez. “Coprolito” es el excremento fosilizado de los dinosaurios, altamente valorado por los paleontólogos, pues brinda información muy rica sobre la alimentación y costumbres de esos reptiles gigantescos.
Y ahora, El Arca demanda el parónimo de un ritmo muy popular, pero también muy satanizado. Es, como la contera, un remate de hule o de metal en el extremo de la pata de un mueble. 

07 05 16

 
Publicado en La Crónica de hoy

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